miércoles, 7 de noviembre de 2018

RESÚMENES CONCLUSIÓN, EL SEGUNDO SEXO



CONCLUSIÓN:


Página 408 (Lourdes)
Jules Laforgue dice que entre los dos sexos siempre habrá enfrentamiento
y que la fraternidad entre ellos nunca será posible, ya que ninguno de ellos
está satisfecho con el otro. pero… ¿existe una maldición original que hace
que les enfrenten? Sabemos que no existe ningún destino fisiológico que impone
una eterna hostilidad entre macho y hembra.


Página 409 (Sergio)
La lucha de los sexos no está inmediatamente implicada en la anatomía del
hombre y de la mujer, es la sociedad la que decreta que la mujer es inferior
y ella solo puede abolir esa inferioridad destruyendo la superioridad viril. Se
dedica a mutilar, a dominar al hombre; le contradice; niega su verdad y sus valores.
Explica que actualmente la mujer ya no se dedica a encerrar al hombre en
una prisión y es entonces la actitud de los hombres la que crea un nuevo conflicto
debido a que los varones “conceden su libertad” sin realmente quererlo, es decir,
de mala gana. Afirma que la guerra ha terminado en un conflicto en el que una parte
quiere dominar a la otra.
Por último, expresa que la mujer moderna acepta los valores masculinos en lugar
de tratar de rebajarlos, afirma que se iguala a ellos.


Página 410: (Gabriel)
Nos habla sobre que muchas mujeres han usado los encantos de su feminidad
para ganarse apoyos masculinos y demostrar que sus éxitos valen tanto como los
de los hombres. Pero a muchos hombres les irrita esto poniéndoles a la defensiva,
quejándose de que usen su antigua magia pero que también reclamen sus recientes
derechos. Pero esta es la condición que le ha sido impuesta.
La disputa durará hasta que hombres y mujeres ni se conozcan como semejantes.
La mujer se libera y conserva sus antiguas virtudes, lo que hace que el hombre exija
sus limitaciones.
El hombre tiene la preocupación de mostrará varonil y superior, lo que hace que tema
a las mujeres y sienta hostilidad con ellas.



Página 411(Javier)
Son muchos los hombres que tienen conciencia de que la mujer es víctima de un
engaño. «¡Qué desgracia ser mujer! Y, sin embargo, cuando se es mujer, la desgracia,
en el fondo, consiste en no comprender que lo es», dice Kierkegaard.
Prohibirle trabajar, mantenerla en el hogar, es defenderla contra ella misma, es asegurar
su dicha. Ya se ha visto con qué velos poéticos se disimulaban las monótonas cargas
que la abruman: faenas domésticas y maternidad; a cambio de su libertad, le han hecho
el presente de los falaces tesoros de su «feminidad».
Muchos hombres se esfuerzan por convencerse a sí mismos de que verdaderamente es
una privilegiada. Hay sociólogos norteamericanos que enseñan hoy con toda seriedad la
teoría del low-class gain, es decir, de los «beneficios de las clases inferiores», la mujer
disfruta de un privilegio incomparable: la irresponsabilidad. Sin esfuerzos, sin cargas, sin
preocupaciones, lleva manifiestamente «la mejor parte». Lo que turba un poco es que,
por una obstinada perversidad -ligada sin duda al pecado original-, a través de siglos y
países, las gentes que llevan la mejor parte les gritan siempre a sus bienhechores:
«¡Es demasiado! ¡Yo me contentaría con la vuestra!» Pero los capitalistas magníficos,
los colonos generosos, los espléndidos varones, se obstinan: «¡Conservad la mejor parte,
conservadla!»
El hecho es que los hombres encuentran en su compañera más complicidad que la que
habitualmente encuentra el opresor en el oprimido; y, con mala fe, consideran que ello les
da autoridad para declarar que la mujer ha querido el destino que le han impuesto. Ya hemos
visto que, en verdad, toda su educación conspira para cerrarle los caminos de la revuelta y la
aventura.


Página 413: (Lourdes)
Comienza a hablar sobre un circulo viciosos en el que todos acaban perjudicados.
La mujer tiene la conciencia tranquila por pertenecer al grupo desfavorecido ya que
solo piensa en defenderse y reprocharle al amante si no ha sabido satisfacerla. Las
situaciones no satisfactorias se dan bastante en la vida cotidiana como es un hombre que
se ve obligado a estar con una mujer que ya no ama. Pero este problema no procede de una
perversión original, sino de una situación contra la individualidad impotente. Si las mujeres
son consideradas como “pegajosas” es que pueden llegar a ser un parásito, por lo que ya
pueden considerarse un ser autónomo en el que su dependencia abaca. Entonces da el
resultado de una liberación mutua. Es fácil tener una visión de una igualdad entre hombre
y mujeres gracias a la comparación con el “promedio” de la Revolución Soviética ya que
en la RS las mujeres eran tratadas con las mismas condiciones que los hombres. Se plantea
que si basta con cambiar aspectos como leyes o opiniones como para que hombres y mujeres
se consideran semejantes, a lo que los escépticos responde que no, que <las mujeres siempre
serás mujeres>. Por último, la mujer no es considerada como una creación natural, si no de la
civilización.


Página 414: (Gabriel)
Para mejorar la situación de la mujer no basta con modificar su economía. Un “ser humano
hembra” tiene que ser exacto homólogo de un “ser humano macho”.
Desde pequeña, si la niña fuera educada tal y como son educados los chicos, sentiría a su
alrededor un mundo andrógino y no un mundo masculino. La relación entre hombre y mujer
sería de igual a igual, acabando con las superioridades y  diferencias.




Página 415 (Javier)
La mujer no es víctima de ninguna misteriosa fatalidad ; las singularidades que la
especifican derivan su importancia de la significación que revisten; podrán ser superadas
tan pronto como sean captadas en nuevas perspectivas; así se ha visto que, a través de
su experiencia erótica, la mujer experimenta y a menudo detesta la dominación del varón:
de ello no hay que deducir que sus ovarios la condenan a vivir eternamente de rodillas.

Al reivindicar su dignidad de seres humanos, muchas mujeres modernas captan todavía su
vida erótica a partir de una tradición de esclavitud: así les parece humillante permanecer
acostadas debajo del hombre y ser penetradas por él, y ello las crispa en la frigidez; pero,
si la realidad fuese diferente, el sentido que expresan simbólicamente gestos y posturas
amorosos lo sería también: una mujer que paga, que domina a su amante, puede sentirse
orgullosa, por ejemplo,de su soberbia ociosidad y considerar que esclaviza al varón que se
agota activamente; y ya existen multitud de parejas sexualmente equilibradas y entre las cuales
las nociones de victoria y derrota han cedido el paso a una idea de intercambio. En verdad, el
hombre, como la mujer, es carne y, por tanto, pasividad, juguete de sus hormonas y de la especie,
inquieta presa de su deseo; y ella, como él, en el seno de la fiebre carnal, es consentimiento
voluntario, actividad; cada uno de ellos vive a su manera el extraño equívoco de la existencia
hecha cuerpo. En esos combates en los cuales creen enfrentarse el uno contra el otro, cada cual
lucha contra sí mismo, proyectando en su compañero esa parte de sí mismo que cada cual repudia;
en lugar de vivir la ambigüedad de su condición, cada uno de ellos se esfuerza por hacer soportar al
otro su abyección, reservándose para si el honor. Si, no obstante, ambos la asumiesen con lúcida
modestia, correlativa de un auténtico orgullo, se reconocerían como semejantes y vivirían
amistosamente el drama erótico.


Página 417: (Lourdes)
Tras la llegada de la libertad al mundo no se cree que se haya creado alguna vez una uniformidad,
es decir, que el mundo no perderá su interés por la llegada de la libertad. La libertad a la mujer
supone rechazar enterrarla en relaciones con hombres, si no que ambos son sujetos, siendo una
alteridad para el otro y esto hará que la mujer y el hombre se reconozcan mutuamente.
Por último, para conseguir esta victoria en las mujeres, es necesario que más allá de sus
diferencias naturales los hombres y las mujeres afirmen sin equívocos su fraternidad.

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